En el día de ayer nos hemos topado con el enésimo comunicado de Bilboestiba, pseudónimo bajo el cual los representantes de las empresas estibadoras vomitan ahora sus libelos y su indisimulada rabia. No merece la pena enlazarlo. Todo aquel que haya tenido la suerte de no haberlo leído puede hacerse una idea de su tono y contenido. Al igual que las precedentes excreciones escritas del comando neguri, esta última está casi plenamente dedicada a glosar la voluntad negociadora de esa panda de hijos de... Milton Friedman, que el destino ha colocado al otro lado de la mesa negociadora.
La novedad es que esta vez, ni cortos ni perezosos, apelan a las instituciones para que actúen e "impongan la ley"; su ley, se entiende. También se permiten tildar de "negligentes" a los representantes políticos que recomiendan buscar locas soluciones dialogadas ─¡que atrevimiento!─ para lo que consideran un problema laboral, surgido en el proceso negociador de un convenio colectivo, y que aquellos pretenden convertir en una demostración de fuerza y en un banco de pruebas para su, desde hace tiempo diseñada, hoja de ruta. Porque ya puestos a insultar, para que se van a limitar solo a los trabajadores y a sus representantes, pudiendo poner también en la picota a aquellos políticos que puedan no tener tan claro que las instituciones existen únicamente para defender al dueño del capital frente a la clase trabajadora y sus derechos.
Evidentemente la ley que buscan imponer es aquella que les de patente de corso en los puertos para desarrollar su agenda neoliberal, a costa de las condiciones laborales de sus empleados; la ley de la precarización y la desregularización más absoluta de las condiciones de trabajo; la ley que perpetúe la temporalidad y bloquee cualquier esperanza de empleo de calidad y estable para los compañeros eventuales; la ley que pueda hacer viajar a los estibadores 35 años atrás en el tiempo, al puerto en blanco y negro de señores y siervos; la ley del que se mueve no trabaja más y al que protesta se le cambia rápidamente por otro.
Curiosamente la ley escrita, el convenio colectivo que rige las relaciones laborales en el momento presente, parece no gustarles tanto. Ante esa ley se convierten en juez y parte cuando deciden que lo firmado ya no vale para nada, y sin tan siquiera buscar un refrendo en la justicia, pasan a incumplir los artículos que no les interesan.
Por ejemplo, el artículo 15 del convenio que obliga a contratar personal mediante contrato indefinido, en función de las jornadas dobles realizadas en el año anterior. Un artículo cuyo principal objetivo es conseguir un dimensionamiento de la plantilla acorde a la carga de trabajo existente, fomentando el empleo de calidad y disminuyendo la eventualidad inherente a las labores de estiba. Una eventualidad que anda alrededor del 25% (317 estibadores fijos y 103 estibadores eventuales), mientras que en el conjunto del mercado laboral español se sitúa alrededor del 22%, ya vergonzosamente muy por encima del 12% de media de la UE-27, según este reciente artículo de El País (enlace).
Las empresas han decidido, por su cuenta y riesgo, que ese artículo es ilegal y que simplemente no van a cumplirlo; y el que no esté de acuerdo que lo denuncie. Así que en esas andamos los sindicatos de estiba: denunciando un incumplimiento de convenio que está impidiendo que una parte de esos trabajadores eventuales, entre 35 y 40, puedan acceder a un contrato indefinido que por negociación colectiva les corresponde.
Y todavía las empresas estibadoras se permiten poner a esos mismos trabajadores eventuales, nuestros compañeros, frente a nosotros, pintándoles como "meros rehenes", "víctimas usadas como fuerza de choque y argumento espurio". Quien esto escribe no es otra cosa que un sinvergüenza, y un indecente, que desde luego nunca se atrevería a repetir semejantes mentiras en la cara de esos mismos trabajadores eventuales, ni aún protegido por un cristal blindado. El mismo que les está poniendo la soga al cuello, el mismo verdugo de su futuro y proyecto de vida, pretende presentarse como su salvador regalándoles algunos pocos jornales más con esos contratos eventuales por días, o incluso por horas, con los que pretenden sembrar todo el puerto de Bilbao, al mismo tiempo que se niega a cumplir el convenio (la ley) en la parte que le obliga a ofrecer contratos decentes y estables a esos mismos trabajadores; y además dormirá a pierna suelta todas las noches . ¡Que desvergüenza! ¡Que baja catadura moral!
Por si aún no ha quedado claro, uno de los principales motivos por los que hasta ahora ha sido imposible avanzar en la negociación del convenio, es porque todos los sindicatos de estiba hemos puesto por delante de cualquier otra cosa, un acuerdo para reducir la eventualidad y para dotar de empleo estable a esos compañeros que llevan ya muchos años (12 de momento) instalados en la eventualidad más absoluta. Si los representantes de los estibadores, y el resto de la plantilla con contrato indefinido, hubiese optado por poner a estos compañeros en un segundo plano, seguramente ya tendríamos un convenio firmado en el puerto de Bilbao. Los trabajadores fijos tendríamos nuestro futuro arreglado para los próximos años, y los trabajadores eventuales estarían condenados, quién sabe si de por vida, a vivir en la precariedad y en la inestabilidad laboral.
Porque esta era la oferta que más o menos veladamente ponían sobre la mesa los defensores del imperio de la ley: la tranquilidad del personal fijo a cambio del sacrificio del colectivo eventual, con propuestas de bajadas salariales que únicamente les afecta a ellos, sin ni siquiera ofrecer a cambio un horizonte de estabilidad y empleo de calidad.
Por cierto, a día de hoy seguimos esperando que, en un ejercicio de responsabilidad, se sienten de una vez por todas y con continuidad en la mesa de negociación, dispuestos a negociar de buena fe, y no simplemente con una estrategia de bloqueo encaminada a presionar a las instituciones para que se avengan a retorcer la ley en beneficio de unos carroñeros que esperan pacientemente a que otro cace la pieza que ellos pretenden devorar.
¡¡ESTIBA AURRERA!!
Esquirol, vete a tu casa. No avergüences a tu clase
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