Como adelantábamos en la primera parte de este serial, el viernes 13 de
marzo dio mucho de sí. Además de recibir la envenenada misiva firmada por las
cuatro empresas estibadoras del puerto de Bilbao dando por finiquitado un
acuerdo que ha estado vigente durante los últimos 25 años —en el que
entrecomillan un supuesto y por ahora invisible análisis
ad-hoc realizado por un muy prestigioso y aún más caro (para esto si
hay dinero) despacho de abogados hispanoluso,
que casi no ficha a ex vicepresidentas del gobierno, y cuyo presidente honorífico apenas ha sido condenado por 8
delitillos
fiscales por distraer más de 3 millones de euros, librándose de cumplir
condena porque en el botín no figuraba ninguna gallina—, ese día también se
recibió en la sociedad de estiba otra carta, en este caso firmada por el
presidente del puerto de Bilbao.
Curiosamente esta segunda carta nos llegó de rebote un par de días más tarde,
porque a nadie le pareció que fuera necesario remitirla también a la sección
sindical de UGT. El caso es que finalmente nos llegó, eso sí ya en pleno
estado de alarma y con restricciones para circular, hacer las compras,
reunirse, pasear..., para todo menos para trabajar, sobre todo si eres un
trabajador esencial; prescindible e intercambiable, pero esencial.
Empecemos por el final, los tres últimos párrafos en los que el presidente de la APB solicita altura de miras, mesura y responsabilidad a la parte social, ante la crisis sanitaria derivada de la Covid-19 y sus posibles repercusiones económicas, que en esos momentos ni siquiera podíamos imaginarnos hasta donde iban a llegar.
No creemos que pueda tener ninguna queja la dirección del puerto acerca del
comportamiento de los estibadores de Bilbao, de nuestro compromiso con la
sociedad y de nuestra dedicación durante este periodo de crisis sanitaria, que
hubiera sido exactamente el mismo con o sin apelación por escrito.
Ya en ese mismo primer fin de semana, cuando más llenos de dudas estábamos
todos, preocupados por la gravedad de un virus que apenas estábamos
empezando a conocer; cuando aún no habíamos tenido tiempo, ni empresas,
ni trabajadores para tomar las mínimas medidas de protección colectiva e
individual, sin mascarillas, sin otros elementos de protección individual, sin disponibilidad
de jabón o gel hidro alcohólico a las entradas y salidas de las terminales y
zonas de trabajo, sin ni siquiera productos de desinfectantes con los que poder
asegurarnos que las maquinas y elementos comunes de trabajo iban a poder ser
mínimamente acondicionados para evitar la transmisión de la enfermedad por
contacto; cuando al volver del trabajo nos encerrábamos en casa por indicación de las autoridades como medida de precaución, sin saber si podíamos estar actuando con vector de propagación del virus a nuestras familias; ni un solo turno dejó de trabajarse en el puerto de Bilbao, ni un sólo
barco dejó de atenderse por causas achacables a los trabajadores.
Incluso en días posteriores —cuando veíamos que algunas empresas no eran lo
suficientemente ágiles en la implementación de estas medidas mínimas de
protección, que a través de los medios oficiales y de comunicación nos
recomendaban con insistencia a todos los ciudadanos en nuestra vida diaria, y
que en el puesto de trabajo no parecían ser necesarias a criterio de algunos
de estos responsables a los que incluso en estas circunstancias les ha costado
cambiar el chip— hemos seguido atendiendo nuestra tarea como de
costumbre, mientras tratábamos de que se pusiera solución a las fallas que
veníamos detectando, y que eran atendidas en unos casos con más diligencias
que otros.
Así que sí, nosotros hemos aparcado nuestras legítimas reivindicaciones, a las
que se alude en el último párrafo; nosotros hemos ofrecido una tregua
implícita y no declarada y que nadie ha tenido que pedirnos;y hemos pospuesto,
de nuevo, la más que urgente necesidad de dar una solución a nuestros
compañeros de la ETT, después de 12 años de interinidad, precariedad y
contratación eventual prolongada y sostenida en el tiempo de una manera
vergonzosa. Una solución que como sostiene el presidente de la APB en su carta
debe pasar por inexcusablemente por el empleo de calidad, y a la que no pueden
esperar por más tiempo después de haber firmado más de mil (1000) contratos por circunstancias de la producción por un
turno de trabajo a lo largo de los últimos 10 años.
Pero parece que la agenda de las empresas estibadoras es otra, y no entiende
de treguas, prioridades y responsabilidad social, y su objetivo pasa, no ya
por ofrecer empleo de calidad a unos trabajadores de los que han venido
abusando en la última década, sino por tratar también de precarizar, a toda
costa, el trabajo del resto de estibadores, que por cierto, son los mismos que
durante los últimos 20 o 25 años han ofrecido un excelente servicio de
manipulación de mercancías en una coyuntura de sostenido incremento en
tráficos.
Porque no nos engañemos, la estrategia es la misma que han empleado en otros
departamentos vitales para ofrecer un buen servicio a todos los clientes del
puerto, primero dejaron de invertir en maquinaria para abaratar costes;
después para agravar aún más el problema se dedicaron a desmontar sus
servicios de mantenimiento y reparación, subcontratando, externalizando y
abaratando costes de nuevo; luego hicieron lo mismo con los mandos intermedios
de las empresas, trabajadores con una responsabilidad vital en el buen
funcionamiento de las operativas, de la gestión de recursos humanos y
mecánicos sobre el terreno, con experiencia y conocimiento del sector, a los
que poco a poco han ido sustituyendo por trabajadores peor pagados, menos
motivados, con menos capacidad de decisión, incluso contratados a través de
empresas de trabajo temporal en algunos casos. Despidieron y bajaron salarios
a su personal de administración, gestión, etc.., aprovecharon muy bien la
reforma laboral para imponer convenios de empresa mucho peores que los
antiguos convenios sectoriales, redujeron los departamentos y aumentaron la
carga de trabajo del resto de empleados.
El resultado es un servicio más barato, para ellos que se embolsan la
diferencia a costa de sus trabajadores y de sus clientes, para quienes no hay
ahorro de costes sino todo lo contrario debido a las demoras, y pérdida de
confianza que tan cortoplacista gestión está provocando.
Eso si, la culpa de los estibadores, que cobran mucho, (con la misma tabla
salarial desde 2012) y trabajan poco que me lo ha dicho un pajarito y que lo
pone en los periódicos y medios de difusión a los que recurren en su
estrategia de intoxicación. Eso si con 3 condenas de inspección de trabajo en
los últimos 15 meses por exceso de jornadas de sus trabajadores y no observar
la empresa el descanso semanal obligatorio y el descanso legal de 12 horas
entre jornadas; con más de 15.000 jornadas dobles realizadas en los 2 últimos
años; con más de 30.000 jornadas a través de ETT en ese mismo periodo, a
quienes como recompensa les ofrecen más eventualidad; con más de 20.000 jornadas
de descanso sin poder disfrutar que los trabajadores han ido acumulando en los
últimos 10 años por la escasez de plantilla.
Están haciendo un flaco favor al puerto de Bilbao, que precisamente lo que
necesita son empresas estibadoras comprometidas, con medios mecánicos
modernos, en buenas condiciones y en número suficiente, que no supongan un
cuello de botella, con plantillas dimensionadas y profesionales, porque
trabajo hay, lo lleva habiendo durante mucho tiempo, pero las empresas
estibadoras han decidido tomar como rehenes a trabajadores, a clientes y a la
misma autoridad portuaria, con la necesaria colaboración de algún elemento
interno desestabilizador que siempre aparece en estos saraos y que él sabrá
para quien está trabajando y con que objetivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario